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Durante millones de años el ser humano ha evolucionado tratando de adaptarse a los requerimientos de su entorno con el objetivo de sobrevivir. Una de estas adaptaciones fue la bipedestación. La capacidad de desplazamiento sobre las dos extremidades traseras supuso un gran avance en la evolución. Permitió numerosos beneficios: la liberación de los miembros superiores utilizados para la creación de utensilios y transporte alimentos, consiguió una mayor altura del cráneo lo que incrementó el campo visual, aumentó la capacidad de termorregulación y disminuyó el gasto energético en desplazamientos largos por la mayor eficiencia de la locomoción bípeda.

Sin embargo el ser humano ha conseguido erguirse sobre sus piernas como resultado de profundas modificaciones anatómicas:

  • La configuración del esqueleto humano se ha transformado. El cráneo, la columna vertebral, la pelvis y las extremidades han cambiado su estructura para poder hacer frente a las necesidades de la nueva postura.
  • Desarrollo y potenciación de la musculatura. El paso de andar a cuatro patas a la bipedestación y el desplazamiento anterior del centro de gravedad requirió del desarrollo de una musculatura que soportara esta nueva postura. El desarrollo de la musculatura fue clave para mantener nuestro cuerpo erguido actuando en contra de la gravedad. La cadena muscular posterior, especialmente los músculos glúteos y los extensores lumbares, torácicos y cervicales son los más importantes para ello.

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bipedestación musculatura

Cadena muscular posterior: formada por flexores de la planta del píe. soleo, gemelos, isquiotibiales, glúteos mayor, mediano y menor, géminos, obturadores, piramidal y músculatura extensora lumbar, dorsal y cervical.

 

La estructura ósea y la musculatura han evolucionado con un objetivo principal: vencer a la gravedad para permitir la bipedestación y ser eficiente en ella.

En definitiva, la estructura ósea y la musculatura ha evolucionado con un objetivo principal: vencer a la gravedad para permitir la bipedestación y ser eficiente en ella. Sin embargo, tras millones de años de costosa evolución hasta conseguir la posición erguida, el ser humano contemporáneo pasa largas jornadas laborales sentado. Toda esta estructura antigravitatoria, a la que tanto tiempo le ha costado adaptarse a la bipedestación, se encuentra ahora ante una posición en la cual no es eficiente ni útil. Sentados en una silla con la espalda apoyada en ella no hay gravedad contra la que luchar.

En la espalda y el cuello, el mantenimiento de la musculatura antigravitatoria en posiciones disfuncionales (estiramiento o acortamiento) sumado a una continua falta de utilización como la que se obtiene con el mantenimiento de la postura sedente provocará desequilibrios musculares, pérdidas de fuerza y control motor en dicha musculatura. La falta de función atrofia y altera la musculatura. Además, las estructuras óseas y ligamentosas se sitúan en una disposición diferente a como lo harían en la posición bípeda para la que se han adaptado durante la evolución humana. Este cambio prolongado en la alineación repercutirá en una mayor carga sobre estos tejidos y una mayor presión en los discos intervertebrales.

La acumulación de largas jornadas laborales aumenta la carga sobre los tejidos de nuestra espalda y, por tanto, el riesgo de lesiones sobre ellos además del desarrollo de desequilibrios y alteraciones musculares y dolor.

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