En el saber popular se dice que cuando a una persona le duelen las articulaciones es síntoma de que va a hacer mal tiempo. Pero, ¿Qué tiene esto de cierto? ¿Cómo se explica ese dolor en las rodillas cuando va a llover?
Teorías que relacionan nuestras articulaciones y los cambios de tiempo
Existen diversas teorías que tratan de dar explicación al dolor de articulaciones que coincide con un cambio de tiempo.
La primera de ellas sostiene que los cambios climáticos afectan a nuestras articulaciones sinoviales. Estas se caracterizan por estar cubiertas por una cápsula articular que encierra a la articulación y evitan que salga el líquido sinovial, necesario para la lubricación del de la misma (ejemplo: rodillas, hombros, articulaciones entre vértebras, etc.). Por tanto, dentro de la articulación existe una determinada presión ejercida principalmente por este líquido.
Por otro lado, cabe recordar que el buen tiempo (anticiclones) están asociados a altas presiones atmosféricas mientras que el mal tiempo (borrascas) se relacionan con bajas presiones atmosféricas. Además, las leyes físicas postulan que los líquidos y los gases tenderán a desplazarse desde zonas de alta presión a zonas de baja presión.
Teniendo en cuenta todo esto, cuando las presiones atmosféricas varían con el clima, se produce una diferencia o gradiente de presión entre el interior de la cápsula articular y el exterior. Por ello cuando la presión atmosférica baja (borrasca), la presión interna de la cápsula articular tiende a mover su contenido hacia el exterior por lo que se expande ligeramente y presiona a las estructuras de su alrededor. Es por este motivo por el cual una persona puede percibir una sensación de inflamación o de dolor en sus articulaciones con las tormentas y borrascas en general. Además, las personas con afecciones articulares son más sensibles a dichas variaciones en el clima. De igual forma la temperatura, la humedad y otros factores afectan también a nuestras articulaciones.
Una segunda teoría sostiene que los cambios de tiempo alteran nuestro umbral del dolor y por ello percibimos un dolor de articulaciones acentuado.
Pese a que el saber popular parezca relacionar estos sucesos, las teorías actuales presentan una evidencia científica insuficiente que nos invita a ser cautos en el apoyo y aceptación de las mismas.