La espondilitis anquilosante es una enfermedad reumática crónica que afecta al esqueleto axial (especialmente columna vertebral, costillas y pelvis) y que afecta hasta al 1,4% de la población. Se caracteriza por ser un proceso inflamatorio que produce una progresiva osificación de las articulaciones lo que se traduce en un aumento de la rigidez y pérdida de movilidad.
Consecuencias de la espondilitis anquilosante
Las principales consecuencias de la espondilitis anquilosante sobre la salud son:
- Disminución de la movilidad. La progresiva fusión articular tiende a provocar un aumento de la cifosis dorsal y rigidez de la misma. Este aumento de la curvatura de la columna adelanta el centro de gravedad del cuerpo por lo que tiende a afectar también al equilibrio.
- Dolor. A menudo la rigidez provocada en el tórax y el aumento de la cifosis dorsal provocan dolor torácico, lumbar e incluso cervical.
- Función respiratoria. La rigidez afecta también a la parrilla costal por lo que limita la adecuada expansión torácica. Esto tiene un efecto negativo sobre la adecuada función pulmonar. Por ejemplo, se ha observado un menor volumen pulmonar en personas con espondilitis anquilosante y alteraciones como la atrofia, falta de fuerza y resistencia de los músculos implicados en la respiración como los intercostales o el diafragma. Estos cambios respiratorios pueden afectar incluso sobre pH del cuerpo al verse alterado el intercambio de gases lo que a veces puede provocar mareos, dolores de cabeza, fatiga o palpitaciones.
El ejercicio como tratamiento
Actualmente no existe un tratamiento definitivo para esta enfermedad. Los tratamientos para la espondilitis anquilosante se centran en reducir el dolor y la rigidez y mejorar la movilidad costal y de la columna. Las recomendaciones actuales indican que la combinación de medicación y ejercicio son las piedras angulares para el manejo de la enfermedad.
- Ejercicios de movilidad. La pérdida de movilidad es la principal característica de la enfermedad. Por ello las técnicas de mejora de la movilidad de la caja torácica, la columna vertebral y otras articulaciones ayudarán a mantener o mejorar esta alteracion. Por ejemplo, resulta muy interesante la inclusión de ejercicios de extensión o rotación torácica de forma diaria
- Ejercicio aeróbico. Ayudará a mantener la capacidad cardiopulmonar reduciendo la fatiga y otros problemas asociados.
- Fortalecimiento muscular. Es especialmente importante el trabajo sobre la musculatura espinal y respiratoria ya que ayudará a prevenir o retrasar las complicaciones que pueden ocurrir debido a la espondilitis anquilosante. Este tipo de ejercicio contribuye a la mejora de la fuerza y resistencia muscular, a la movilidad torácica y al proceso de oxigenación. Esto se traduce en un aumento de la capacidad funcional, una reducción de los niveles de fatiga y una influencia positiva en el proceso inflamatorio de la enfermedad.
En definitiva, el ejercicio puede ayudar a evitar la rigidez, mejorar o mantener la capacidad funcional al mover las articulaciones, mejorar el control de la postura, disminuir la atrofia muscular y el dolor, aumentar la función pulmonar y la aptitud cardiovascular. No dudes en hacer ejercicio para cuidar tu espalda y mejorar tu calidad de vida.