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Llega el invierno y con él las bajas temperaturas. En esta época resulta muy habitual encontrar a personas que relacionan el frio con un aumento del dolor de espalda, hombros o cuello. Esto es debido a que los seres humanos no estamos preparados para vivir en ambientes fríos. Para sobrevivir a las bajas temperaturas, debemos utilizar diferentes estrategias como utilizar ropa aislante, refugiarnos o generar una fuente de calor que nos proteja del frío.

Hoy os contaremos más sobre cómo la exposición crónica al frío puede afectar sobre el dolor de espalda y cuello.

Frío y dolor de espalda o cuello

¿Qué relación existe entre el frío y el dolor musculoesquelético?

Actualmente existen una gran cantidad de estudios que han tratado de resolver esta pregunta. La mayoría de investigaciones se han realizado en el entorno laboral. Existe consenso en que el frío en el trabajo se asocia con dolor lumbar, cervical, de hombros y radiculopatía en las piernas.

Los primeros estudios se centraron en trabajos al aire libre como mineros o trabajadores de la construcción. Sin embargo, más adelante se confirmó también que la exposición prolongada al frío resulta igualmente perjudicial en trabajos de interior tales como labores de oficina.

De hecho, en casos de frío extremo (entre -20º y -30º) los trabajadores expuestos al frío pueden tener un riesgo hasta 15 veces mayor que aquellos que no lo estaban. Además, trabajar expuestos al frío durante al menos un 25% de la jornada laboral es suficiente para aumentar el riesgo de dolor lumbar, cervical o en los hombros.

Finalmente, pese a que existe la creencia popular que el enfriamiento de una parte concreta puede provocar un mayor dolor en esa zona, los datos no respaldan esa hipótesis. Si fuera de esa forma, las partes del cuerpo más expuestas al frío como las manos o los pies tendrían un mayor riesgo de sufrir dolor pero en realidad no es así.

¿Cuánto frio es suficiente para provocar dolor de espalda o cuello?

Inicialmente, se consideró la exposición al frío como aquellas situaciones en las que las temperaturas ambientales eran iguales o inferiores a 10 ℃. Sin embargo la temperatura ambiental no lo es todo. Existen multitud de factores que pueden afectar el equilibrio térmico de las personas como el contacto con el agua o superficies frías, la humedad, la velocidad del viento, el nivel de radiación, el tipo de ropa utilizado o el calor producido por el movimiento.

Así por ejemplo un trabajador de oficina que permanece quieto delante del ordenador podría tener una percepción de frío incluso mayor que un trabajador al aire libre que está en constante movimiento. Por ejemplo, uno de los estudios realizados con trabajadores de procesamiento de mariscos no encontró relación entre la sensación de frío de los trabajadores y los marcadores ambientales como la velocidad del aire o la temperatura. Esto indica que la exposición real al frío depende de multitud de factores y es difícil de medir.

Por ello, se ha empezado a utilizar la sensación subjetiva de frío ya que es un mejor indicador que la temperatura ambiental. De hecho, la incidencia de dolor lumbar y cervical fue mayor en aquellas personas con una mayor sensación subjetiva de frío.

¿Por qué afecta el frío sobre el dolor?

Todos tenemos claro que el estrés es un factor de riesgo para la aparición del dolor y el estrés térmico no es una excepción. La relación entre la exposición prolongada al frío y dolor está bastante bien establecida, sin embargo sus mecanismos se desconocen. Pese a ello se han propuesto diversas teorías:

  • Cambios a nivel musculoesquelético. Se han encontrado aumentos de la activación muscular, disminuciones de los intervalos de activación muscular, reducciones del control motor y una mayor fatiga muscular en personas expuestas al frio. Estas alteraciones apuntan a que la exposición al frío podría aumentar la tensión sobre el aparato musculoesquelético.
  • Cambios vasculares. Otro mecanismo plausible es que la reducción del flujo sanguíneo muscular provocada por el frío induzca un mayor estrés celular debido a la disminución del aporte de oxígeno. Además esta disminución del flujo sanguíneo también dificulta la eliminación de productos de desecho del músculo favoreciendo la aparición de dolor.
  • Reducción del umbral de dolor. Se han encontrado umbrales de dolor más bajos en personas con mayor sensación subjetiva de frío. Sin embargo también podría darse el caso en que las personas que sintieron más frío tengan un umbral de dolor más bajo que las que no lo sintieron. En este sentido, el estado general de salud de una persona también puede influir en el grado de sensación de frío. Por ejemplo, trabajadores de interior con dolor crónico tienen más quejas sobre temperaturas demasiado bajas y corrientes de aire en comparación con los que no presentan dolor. Es decir, el dolor crónico también puede influir en la sensación de frío.

Conclusiones

Es habitual notar que en invierno los dolores de espalda, cuello y hombros se hacen más evidentes. La exposición prolongada al frío supone una fuente de estrés más sobre nuestro organismo que se suma al resto de factores de nuestro día a día. Tratar de mantener unas condiciones climáticas aceptables en el entorno laboral y doméstico nos ayudará a minimizar los efectos negativos sobre nuestra espalda.


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